Durante toda lo que duró el examen de mate y aun mientras ponía todo mi esfuerzo en conseguir una calificación adecuada a una becada, dedicaba una pequeña (bueno no tan pequeña) parte de mi atención en Kyle Evans.
La señorita Lee le había asignado un lugar justo a mi derecha en oposición a Lisa.
Desde donde estaba podía ver su perfil (maravilloso perfil) contra la luz de la ventana.
Mi nivel de enojó subió un punto al contemplar lo relajado que parecía estar desparramado en la silla y la facilidad con la que el lápiz N° 2 trazaba las ecuaciones sin titubear.
Un millón de mariposas volaron en mi vientre y mi corazón comenzó a latir tar rápido que me faltó el aire.
Tenía que admitir era guapo.
Vamos Ángel admítelo, es un adonis.
Si, lo era, Kyle Evans tenía un rostro viril y un cuerpo tan masculino que hacía que los chicos de la escuela lucieran como lo que eran: una banda de adolescentes patosos.
Tenía que reconocer que me gustaba, no me causara placer aceptarlo, después de todo siempre me consideré más inteligente que las chicas, en especial en cuanto a todo lo que tenía que ver con chicos.
Lo que era obviamente una mentira.
El sabor metálico en la lengua me dijo que de nuevo estaba mordiendo la cubierta de la borra.
—ahhhggg gruñí sacándolo de mi boca
—shhh— murmuró la señorita Lee con una mirada de advertencia.
Qué remedio pensé.
A mi lado Kyle rió malicioso, como si le hiciera gracia, me hizo rechinar los dientes
¿Qué se estaba creyendo?
Le lancé una mirada rabiosa y regresé mi atención al examen, determinada a mantenerla ahí ayudada por un especialmente complicado ejercicio de algebra.
La complejidad del asunto me sentó bien, nada como un buen reto para borrar de la mente a un indeseado.
Una pequeña bola de papel me dio inesperadamente en medio de los ojos, mi reacción de sorpresa fue saltar como un conejo.
Desde el escritorio la señorita Lee me hizo una advertencia. —¿todo bien Ángela?
Cabeceé sin abrir la boca, mientras el “arma” caía por mi regazo para rodar por el piso hasta volver a las manos de mi agresor.
—hey — musitó.
Yo volví tercamente los ojos al examen sintiendo como la sangre escapaba de mi cerebro.
Un nuevo proyectil de papel volvió a alcanzarme, justo en el mismo lugar: entre mis cejas. Esta vez conseguí atraparla antes de que rodara y lo retorcí indignada.
—Hey —volvió a llamarme.
Me incliné sobre mi examen determinada a no hacerle caso.
El golpe del papel me dio en la coronilla y rebotó sobre mis zapatos. —hey…
Comprendí que Kyle continuaría lanzando si no le hacía caso.
Furiosa giré el rostro hacia él —¿Qué quieres? — pregunté murmurando airada pero silenciosa.
En vez de responder Kyle levantó su examen y señaló un apartado. —lo estás haciendo mal — dijo.
Lo fulminé con la mirada, ¿Cómo diablos podía saberlo? A menos que tuviera vista sobrenatural y pudiera ver mis respuestas.
—Déjame en paz —susurré.
—Ángel…—Lisa escogió ese momento para llamarme.
—¿qué? — pregunté sin quitarle los ojos a Kyle.
—¿la respuesta de la tres?
—Menos cinco — respondió Kyle antes de que pudiera abrir la boca.
—¿Quieres hacer el favor de callarte? — le gruñí.
—no — musitó divertido – además creo que me va a gustar verte enojada, luces sexy.
Mi corazón dio un salto y volví a sonrojarme.
—¡Torres!— la voz de la maestra me hizo saltar de mi lugar sin poder ocultar mi rostro de culpabilidad.—Uno — contó para mí.
—Escucha tus propios consejos y guarda silencio Torres— Kyle parecía la mar de satisfecho restregándome la sal en la herida.
—Cállate —siseé
—sip, definitivamente eres sexy cuando te enojas.
Podía habérmelo creído.
Es decir, sus ojos parecían brillar al mirarme
— vas a meterme en un lío. —le recriminé
Él miró un segundo a la maestra antes de alzarse de hombros y seguir escribiendo. — como quieras pero insisto, enojada eres sexy.
—Ángel — me llamó de nuevo Lisa.
Le lancé una mirada de advertencia que solo consiguió hacer que ella levantara la hoja para mostrarme.
¡Santa mier!
Lisa había completado la ecuación y aparentemente la respuesta de Kyle era correcta…!maldito!
—dos — la señorita Lee no se molestó en mirarme.
Kyle me miró sonriendo, apenas pude contener el deseo de arrugar el maldito examen y metérselo por donde el sol no le diera, mucho más cuando descubrí que tenía razón.
Maldita ley de los signos… había cometido un pequeño error.
Como si me leyera la mente sus ojos azules se fijaron en mi con la expresión “te lo dije” en ellos.
Le saqué la lengua antes de que pudiera controlar el impulso.
La carcajada franca que surgió de sus labios hizo que todos levantaran la cabeza de sus exámenes y convirtió mi cerebro en papilla.
—tres — terminó de contar la señoría Lee — estrega tu examen como esté Ángela.
Si la cólera me volvía sexy, en ese momento debía ser la criatura más sensual del planeta porque estaba a punto de estallar de furia.
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