martes, 30 de agosto de 2011

Cancion de mar capitulo 5

¿Qué me ha ocurrido? No tengo la menor idea aunque, por un momento realmente creí que moriría… quizás lo hice.

Nunca en mis fantasías más salvajes imaginé que existiera algo como esto a lo que no se que nombre darle.

Cuando él me sujetó del trasero no supe que pensar, por un momento me sentí aterrada y hubiera luchado con él de no ser por ese suave beso.

No soy ingenua, ese es un lujo que no puede darse quien viva en los puertos. Los marinos no son precisamente puritanos, así que el sexo no me era desconocido. Lo que nunca supe, ni antes cuando era humana y menos después cuando fui castigada, era que el sexo podía ser así.

Me sentí…! Dios! como describirlo, fue abrumador pero no en un mal sentido, es simplemente que no se que palabras usar para explicarme.

Si existe el paraíso estoy segura que se parece a estar en los brazos de alguien a quien le importas.

Fue un pensamiento extraño pero al tenerlo se enraizó en mi mente mientras mi cuerpo volvía a normalidad. Tuve la convicción de que yo le importaba a aquel tritón por improbable que pareciera.

Avergonzada recordé que no había tenido la cortesía de preguntarle su nombre aun cuando me encontraba colgada de sus hombros y sus caderas se alojaban entre mis piernas.

No me resignaba a soltarme, no me había dado cuenta cuanto extrañaba el contacto con otro ser. Una vocecilla interior me dijo que no era cuestión de ser tocada, sino se trataba de él.

Debía estar loca, como era posible que estando a un día de desparecer me sintiera de ese modo.

Alejé ese pensamiento de mi cabeza, mañana seria diferente, pero hoy deseaba sentirme viva.

—Yo… er—titubeé sintiéndome estúpida.

—¿Si?— me preguntó mientras reducía la velocidad de su nado hasta casi detenerse y acariciaba mi espalda perezosamente.

—No se tu nombre—dije y escondí el rostro en la curva de su cuello.

Las sacudidas de su pecho me indicaron que reía, el movimiento hizo que mis pezones se frotaran de nuevo contra su torso y mi sangre volvió a hervir.

—Keileb—su voz sin sonido me envolvió y me encontré saboreando su nombre.—Keil—agregó.

—Keil—repetí —me gusta.

—Gracias.

No pude evitar sonreírle—¿podemos salir?

El se separó un poco de mí para mirarme a los ojos y preguntó extrañado —¿para que?

—Quiero escuchar tu nombre.

Keil pareció genuinamente sorprendido, sin decir nada se elevó a la superficie usando un solo poderoso movimiento de su cola lo que causó una punzada de doloroso anhelo en donde nuestros cuerpos se tocaban, junto con la intuición de que aunque la experiencia que acababa de tener fue intensa le faltaba algo para hacerla completa.

Salimos al aire abrazados, su fuerza nos hizo levantarnos del agua en medio de frescos chorros salados. La transición entre el agua y el aire fue tan fácil ahora como lo había sido junto al muelle, sin molestias, sin ahogos. Al salir me tomó un momento quitarme los cabellos mojados del rostro, quería ver de nuevo el rostro de Keil.

De nueva cuenta me dejo sin aliento, era tan guapo que me hacía dudar si era cierto lo que veía. Yo que alguna vez fui la reina de bailes y reuniones me sentí inadecuada, fea incluso a su lado. No en vano había pasado tanto tiempo aislada.

Permanecimos quietos flotando, sencillamente mirándonos.

—Eres hermosa—me dijo y levantó una mano para acariciar mis pómulos y la curva de mis mejillas.

—No—fue mi respuesta automática —no lo soy, cuando menos no como tú.

—No hay comparación sirena—su cola se agitaba bajo el agua manteniéndonos en la superficie, sus ojos azules pasaban de mis ojos a mi boca, el tiempo pareció detenerse cuando lentamente se inclinó hacia mi.

—Keil—murmuré entreabriendo los labios y el sonido de su nombre me hizo cosquillas en el vientre.

Me besó, fue mi primer beso real, y fue como deben ser los besos: inolvidable, exquisito.

Sus labios tan suaves se amoldaron a los míos como si hubieran sido creados para ese momento, rozando cada curva con caricias lentas, apretando con suavidad, moviéndose sin prisa, a la gentil compresión de los labios se unió su lengua que delineó el contorno de mi boca antes de introducirse en mí, convirtiéndome en un manojo de nervios al rojo vivo. Hubiera deseado que siguiera haciéndolo por siempre.

En medio del silencio de mar abierto, el sonido de mi jadeo asombrado reverberó alto y claro como una campana. Mis dedos se introdujeron entre sus cabellos mojados tirando de él para acercarlo. Me pegué tanto a su pecho que casi me introduje en su piel, deseaba hacerlo, deseaba ser parte de él. De una manera inconciente comencé a frotarme contra él, mis piernas sujetaron sus esbeltas caderas haciendo que mi vulva se abriera exponiendo el clítoris para quedar en contacto con su piel de tritón húmeda y lisa.

Iba a suceder de nuevo, lo sentí, la tensión volvía a anudarse en mi vientre, sus manos me rodearon por la cintura apretando de manera dolorosa, gimió y tuve la percepción de estarle haciendo daño, que mi placer le causaba sufrimiento. Me detuve, empujé sus hombros y separe nuestros labios aun cuando hacerlo casi me mata.

Reacio él cedió pero no me soltó, sus brazos continuaron rodeándome.

—Lo siento—le dije enterrando mi cara en su pecho.

—¿Por qué?—Sus manos aflojaron un poco

—Te estoy haciendo daño, puedo sentirlo.

El sonido vibrante de su risa hizo que el sol pareciera brillar con más fuerza. Al escucharlo la sangre corrió más aprisa por mis venas.

—No me haces daño—su aliento me hizo cosquillas en la oreja.

—Pero no es justo—sin saber porque comencé a acariciar sus cabellos —me has dado el regalo de poder moverme, me has…has…—titubeé buscando las palabras para referirme al orgasmo anterior y a este nuevo que casi llega.

—Te he dado placer—murmuró —nada más.

—Pero que ganas con esto.

—Tu placer es mi placer.

—Pero no es justo—deposité un beso en su pectoral izquierdo, en donde descansaba mi rostro y sus músculos se agitaron ante el contacto de mi boca —quiero darte placer también, devolverte algo.

—No—Keil sonó categórico —un regalo es algo dado sin presión y sin esperar nada.

—Entonces quiero regalarte placer—murmuré escondiendo mi rostro y con el mi vergüenza.

Muchas veces a lo largo de mi existencia vi a los marinos ir con las mujeres de los puertos en busca de alivio, los pormenores del acto sexual no me eran ajenos aun cuando durante mi vida nunca tuve la oportunidad de hacerlo. Sabía lo que Keil deseaba, antes ya —mientras nadábamos—había sentido su oculto y enorme miembro escondido bajo su cuerpo de tritón al frotarme contra él, sabía lo que podría suceder entre nosotros y lo deseaba.

—No es necesario—me dijo poniéndose tensó.

—Lo sé—envalentonada levanté mi rostro buscándolo —es por eso que quiero hacerlo, quiero hacerte ese regalo —no sólo era un regalo para él, lo sería para mi también. Hoy sería un día especial en el que me daría permiso de sentir todo lo que puede pasar entre un macho y una hembra, le daría mi cuerpo que no valía nada comparada con el presente de liberarme aunque fuera por unas horas.

En mi fuero interno sabía perfectamente que serían sólo unas horas. Más tarde regresaría al barco, no podía arriesgarme a que ese maravilloso tritón quedara atrapado en mi lugar

—¿Segura?— preguntó Keil mirándome fijamente

—Si—dije y antes de darme cuenta el más increíble tritón me besaba de nuevo, pero esta vez su beso tenía toda la pasión que había mantenido oculta.


domingo, 28 de agosto de 2011

Misterio


Una cosilla de nada

Pero…

! Que feliz me hace!

Detalle sin importancia

pone flores en mi boca

un secreto de colores

escondido en mi cabeza

pez dorado

en estanque de juguetes.

Éste día no hay tristezas

ni mente descolorida.

hay luz y mariposas

hay paz, calma y otras cosas.

Hoy no caigo en ese juego

de arrastrarme en la miseria.

Estoy de pie, estoy contenta

alta, valiente, dispuesta,

en la boca, una sonrisa

en las manos mil caricias.

Hoy comprendo que tantas cosas:

Si llamas triste a la vida

de dolor se llenara.

Si la nombras espantosa

la tragedia rondara.

Así que me importa un bledo

Lo que piensen los demás

la vida extraordinaria,

extraordinaria…

y más.

Malena cid.

©todos los derechos reservados.


miércoles, 24 de agosto de 2011

Voy a vivir

Voy a vivir

no importan los obstáculos,

ni las dudas,

el dolor o decepción.

Voy a vivir

día a día,

hora a hora,

redundando y repitiendo,

como si aun no consiguiera decir lo que quiero.

Voy a vivir

porque la vida se trata de eso

de respirar y comer

de discutir y soñar

de amar

y algunas veces odiar también

Voy a vivir

para hacer de mi vida,

una serie de conceptos inacabados,

futuros sin forma,

que me lleven por caminos extraños,

a lugares ignotos.

Voy a vivir

y lo haré bien.

Malena cid.

©Todos los derechos reservados.



lunes, 22 de agosto de 2011

Ángel Capitulo 14


Creo que si no me dio un ataque cardiaco al ver aquel tatuaje, ya no me dará nunca.

Por un instante pensé que alucinaba. Eso no podía estar pasando, no era posible que alguien hubiera puesto esa…cosa en mí, peor aún ¿Cómo podía pensar Mamá que yo…? es decir, ella debía saber que jamás grabaría algo como eso sobre la piel.

No niego que algunas veces fantaseé con hacerme un tatuaje, incluso lo Liza y yo hablamos de ponernos unas mariposas en la cadera o flores en los tobillos, pero nunca… nunca… nunca… me pondría algo que tuviera alas negras y una larga cola que se enredaba a mi bíceps como si se tratara de alguna clase de adorno étnico.

La sorpresa me hizo jadear.

—¿Qué diablos me hizo? —conseguí decir mientras el sabor amargo de la bilis subía a zarpazos por la mi tráquea.

Mamá debió haber visto algo en mi expresión porque antes de que yo pudiera decir “vomito” ella ya sostenía un balde metálico frente a mi rostro.

No recordaba haber comido nada pero de todos modos mi estomago expulso su exiguo contenido en lo que me parecieron interminables oleadas.

—Oh Ángel — murmuró una vez más mamá cuando me desplomé sin fuerza sobre la cama. Me sentía fatal, sudorosa y fría como un pez.

—Yo no me hice eso Mamá — le dije con la voz enronquecida por el esfuerzo y la impresión.

—Shhh — mamá me acaricio el cabello — todo estará bien Ángel, nos haremos cargo de esa cosa y todo estará bien de nuevo.

No, nada estaría bien hasta que no le dijera lo del hombre en la casa.

—No má — le aparté la mano de mis cabellos — no entiendes.

Ella cabeceo —Claro que si — dijo y consiguió sonreír —todos hemos hecho alguna tontería Ángel, lo sé bien porque una vez tuve tu edad.

Sentí las lagrimas deslizarse por mis mejillas —No Ma — repetí —no lo cometí.

Mi madre negó con la cabeza —Ya basta con eso Ángel, debes aprender a aceptar tus errores.

Si claro los aceptaba, no tenía ningún problema en reconocer cuando metía la pata, pero desde luego que no había cometido ese error.

—Ma — su incredulidad me hizo reaccionar —¿Quieres escucharme?

Ella me miró como si tuviera otra vez tres años y estuviera a punto de hacer una rabieta. A pesar de sentirme fatal decidí que debía aclarar las cosas.

—¿Por favor? …¿por esta vez?.

—Está bien. — dijo dándose por vencida.

—Yo no me puse ese tatuaje — dije lentamente, enseguida ella se envaró pero levanté la mano pidiéndole tiempo para explicarme. — Ma, me conoces.

—Ángel…— su voz estaba cargada de impaciencia.

—No mamá — la interrumpí sosteniéndole la mirada. — tú me criaste, sabes que nunca haría eso.

Mamá abrió la boca y aparentemente no encontró nada que decir porque volvió a cerrarla.

—Te juró que no sé cómo llegó ahí. — miré mi hombro ya cubierto por el camisón hospitalario y percibí la opaca marca de las alas.

Ma siguió la dirección de mis ojos y se estremeció.

—Es tan feo — dijo

Una risa histérica broto de mis labios sin que pudiera evitarlo — Sí que lo es.— dije y sentí como los ojos se me llenaban de lágrimas una vez más.

—¿Qué fue lo que pasó Ángel?

—El hombre en la casa, él debe haberlo hecho — dije y al instante su rostro volvió a esa expresión pétrea, la misma que ponía cada vez que me atrapaba mintiendo.

—¡Ángel! — levantó la voz pero enseguida volvió a bajarla.

— Lo juró Ma.

— Ya basta con eso, — me reprendió —entiende de una vez, nadie entró a la casa, nadie te puso esa…esa cosa, te la has hecho tu misma.

—¡No! — la increpé Si había un tipo extraño en casa, fue él quien me puso y no…— tomé aire — yo no me hice nada.

—Mira Ángel — se cubrió los ojos con las manos como si estuviera mortalmente cansada — estoy dispuesta a perdonarte, pero tienes que decirme la verdad.

—Te estoy diciendo la verdad — chillé.

— Si — mamá sonó exasperada — y supongo que el hombre de la casa también te obligó a drogarte.

¿Qué? ok eso ya era demasiado.

—No me drogué. —murmuré agotada —nunca lo haría.

Otra vez esa mirada incrédula.

—Hazme las pruebas que quieras, — la reté — estoy limpia.

Mamá cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Segura?

Asentí

Tras una larga pausa en la su expresión se debatía entre la esperanza y la incredulidad dijo —Eso espero.

Yo cerré los ojos demasiado agotada para seguir discutiendo mientras en mi hombro el extraño tatuaje se estremecía como si riera.