Mi sirena es desconfiada, me tomó tiempo convencerla, pero al final vino conmigo aunque no se fía de mis razones para liberarla. Su rostro de muñeca tiene una mueca de incredulidad y sus hermosos ojos oscuros me miran buscando motivos ocultos.
No puedo culparla, Aileen no está acostumbrada a la amabilidad, supongo que es porque lleva sobre sus frágiles hombros la carga de la maldición.
No sé que hizo para merecer ese destino, tampoco no me importa. Suena egoísta pero ella está aquí, ahora, conmigo, libre por todo el tiempo que desee, sin esperar nada a cambio.
Me doy por pagado con haber sido testigo de su asombro, ha valido la pena gastar mi magia en ella.
La magia es parte de la vida de un tritón, es el poder que corre por nuestras venas, un regalo del mar para aprovechar, sin embargo debemos ser cuidadosos al emplearla.
Cada vez que la usamos toma un poco de nuestra vida, usar demasiada puede llevarnos a la muerte. No le he dicho nada porque no deseo su agradecimiento. Lo que quiero de Aileen es sólo aquello que quiera darme sin presiones ni obligación.
Le dejé a ella la elección de venir conmigo a mar abierto, esperando mientras mi corazón retumbaba en mi pecho.
—No puedo viajar bajo el agua— dijo levantando la cara hacia el sol como si absorbiera sus rayos.
—No necesitaras preocuparte por eso mientras estemos juntos— presumí —puedo cuidar de ti.
No bromeaba, los tritones podemos mantener a salvo a quien queramos. No sé cómo, las complejidades de ese hecho se me escapan pero es simplemente es algo que pasa.
Al final valió la pena pues tras mirarme largamente como intentando adivinar mis intenciones se encogió de hombros y sonriendo deslizó una de sus delicadas manos en la mía para dejarse guiar.
Me sentí privilegiado y agradecido por su confianza. Envolví su palma dándole un ligero apretón, asombrado de la diferencia de tamaños entre nosotros
—No te arrepentirás— le dije un momento antes de hundirnos juntos, tomados de la mano para nadar bajo la superficie evitando miradas indeseables, al sumergirnos tuvo un instante de duda pero al ver que podía respirar bajo el agua se relajó y comenzó a divertirse.
¿Qué es eso me preguntó después de un rato, señalando los restos de un navío hundido hace mucho. Al instante me permitió ver de nuevo ese mohín maravillado al comprender que podía comunicarse conmigo bajo el agua sin palabras, usando la mente.
Nadamos largo rato, escapando de los puertos como un par de fugitivos, felices en un día de sol. Atrás quedó Port Royal y sus muelles, barcos y marinos y nos adentramos en el Caribe, hasta que el agua se volvió fresca y clara. Feliz como sólo puede serlo un tritón la conduje aun más lejos, escapando de las aguas viciadas y los olores nauseabundos hasta donde la presencia de los hombres desaparecía, Mi sirena miraba hacia a todos lados, señalando todo aquello que le interesaba con un entusiasmo infantil y contagioso, su sonrisa era tan radiante como el sol del Caribe, buceamos observando el despliegue de vida de las aguas arrecífales, observó maravillada los coloridos peces extendiendo la mano hacia ellos tocando sus brillantes pieles, sin que estos se espantaran, permitiéndole sentir la sedosa textura de sus escamas.
Me tomó algo de tiempo convencerla de marcharnos, deseaba mostrarle aun más. Al llegar a las aguas libres, salí con ella a la superficie.
Durante un momento ella me miró con miedo cuando la dejé un momento sola pero enseguida se tranquilizó al comprender que no me alejaría.
Intentando impresionarla nadé, haciendo giros veloces alrededor de Aileen, formando rizos de burbujas que rodeaban nuestros cuerpos para enseguida frotándome contra ella en un placentero roce de pieles húmedas.
Mi sirena era una criatura sensual, se mostró le fascinada mi forma de moverme y intentó imitar mis movimientos, lentamente y con algo de torpeza al principio pero tomando confianza a medida que se sentía más segura, su cuerpo comenzó a girar en el agua a ratos buscándome o escapando.
Jugamos como un par de delfines nadando tan rápido como nos era posible hacerlo juntos, envolviéndonos en delicados giros tan veloces como excitantes.
Escuchar su risa alegre desbordándose al igual que las burbujas y llenando el mar fue una de las cosas más placenteras de mi vida, la otra fue la sensación de su cuerpo menudo al rozarse con el mío.
Había tanto que quería hacer con y a ella. Sin embargo nuestro juego era hasta cierto punto inocente, apenas un escarceo que enmascaraba el deseo salvaje por enredar mis piernas con las suyas, rodearla con mis brazos, besar sus labios del color del coral y… mil cosas locas más que no me atrevía a hacer.
No la había liberado de la madera para esto, Aileen ya había pasado por muchos cambios y no deseaba que sintiera presión o imposición de ninguna clase.
El amor después de todo debe ser incondicional al igual que los regalos
Habrá tiempo, muchos días más como este, me prometí, por ahora era el momento de Aileen y todo lo que deseaba era que ella fuera feliz
Reímos como un par de chiquillos hasta que las risas dieron paso al silencio y nos miramos a los ojos mientras flotábamos lentamente.
Sin pensar realmente en lo que hacía me hundí para emerger nuevamente con la forma de una delfín. Ella pareció un poco asustada, para tranquilizarla le dí un beso delicado, con el morro transmitirle seguridad, rogando en silencio que confiara mí, que no la heriría ni la abandonaría.
Ella sonrió dejando ver unos hermosos hoyuelos e hizo lo que yo deseaba, se montó sobre mi lomo, sus senos perfectos y suaves se pegaron a mi pecho con sus piernas envolvieron mi cola, mientras me rodeaba con los brazos. Con ella bien sujeta aumenté la velocidad de mi nado agitando la cola.
En mi mente escuché el jadeó asombrado cuando la fricción la sorprendió, por un momento pensé que se soltaría pero tras un momento de duda su abrazo se fortaleció y se dejó llevar.
¿Qué ocurre? me preguntó asombrada ante la oleada se sensaciones que parecían recorrerla.
Nada malo logre responder, sorprendiéndome por mi propia coherencia cuando todo lo que deseaba en ese momento era dejarme llevar por mi cuerpo de delfín y nadar sin rumbo fijo jugueteando entre las olas. ¿Quieres que me detenga?
No dijo y sus caderas ondularon contra mí. Nuestro juego se volvía lentamente un vaivén sensual.
La naturaleza de un tritón es el goce puro, tomamos el placer sin sentir culpa, casi descuidadamente, pero estar con ella era diferente, una sensación nueva que me hacía sentir maravillado y torpe, como si fuera mi primera vez.
Jugamos y reímos entre las olas hasta que su risa fue sustituida por suspiros y sus palabras se convirtieron en gemidos llenos de placer intentando expresar algo que no conocía.
¿Voy a morir? me preguntó tras algunos segundo con la mente hecha un caos.
Nunca le dije jurando que no permitiría que sufriera. Déjate llevar, no luches, te prometo que no te arrepentirás.
Aileen no respondió, estoy seguro que no encontró la forma, las sensaciones eran demasiado violentas para ella, su cuerpo no estaba acostumbrado a sentir. Luché contra el impulso de convertirme en humano nuevamente, mientras seguía nadando intentando medir mis fuerzas, aguantando con los, mientras su orgasmo estallaba contra mi vientre percibiendo las contracciones rítmicas de su centro en contacto contra mi piel, escuchando en mi mente sus gritos de jubiloso asombro.
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