martes, 27 de septiembre de 2011

Ángel capitulo 16




¿Qué diablos sabes tú del hombre de negro?
Kyle hizo la pregunta con una expresión salvaje en el rostro que no auguraba nada bueno y aunque momentos antes había dado cualquier cosa porque alguien me creyera, de pronto comencé a sentir que quizás hubiera sido mejor guardar las cosas para mí.
—¿De qué hablas? —insistió y su abrazo pasó de caricia a sujeción, pero me tomó un segundo comprenderlo.
Lo miré a la cara, cosa nada fácil ya que me encontraba enterrada en la pared de músculos de su pecho por lo que tuve que girar el cuello en un alguno difícil——¿Qué ocurre? —conseguí preguntarle.
En vez de responder él me lanzó otra pregunta — ¿A qué hombre te refieres?, piensa Ángel, es importante.
Desde luego que era importante, en eso por lo menos estábamos de acuerdo en algo.
De algún modo comencé a hablar, le conté todo desde el momento en que nos separamos hasta que desperté en el hospital confundida y tatuada, en ese punto Kyle hizo una pausa para examinar la marca. (Yo comenzaba a verla de ese modo)  De reojo vi el ligero temblor de sus dedos mientras hacía a un lado la tela, descubriendo el extraño dibujo en mi piel.
No dijo nada pero las puntas de sus dedos se sentían extrañamente frías y controladas mientras delineaba la silueta de las alas que cubrían mi hombro, casi como si quisiera estrujarla y arrancarla de mi piel.
Me miró a los ojos y entonces lo supe con tanta claridad como lo hubiera escuchado reconocerlo: conocía el significado del tatuaje.
—¿Qué sabes de esto Kyle? —inquirí obviando la presión de sus dedos que para ese instante era realmente dolorosa.
—¿De qué hombre hablas? —me respondió a su vez con otra pregunta, sentí como me sujetaba de ambos hombros. Su enorme palma cubrió por completo la marca.  El contacto ardió como quemada.
—El que estaba en mi casa —repetí a pesar de desear que Kyle explicara qué ocurría.
No lo hizo aunque quizás lo intentó. Vi sus perfectos labios abrirse y cerrarse sin emitir sonido y sentí mi corazón saltarse un latido.
—¿Qué ocurre? —pregunté de nuevo y una vez más el combatió mi pregunta con otra:
—¿Cómo era él, Ángel? — esta vez su tono fue suave, persuasivo, intentando tranquilizarme pero sin tratar de influir en mi estado anímico.
—No lo sé —dije y sentí las lagrimas quemar así que cerré los ojos —no lo sé, estaba oscuro y… y yo.
Kyle me abrazó o más apropiadamente me envolvió con sus brazos, contra su pecho duro como roca pero a la vez cálido y seguro con su corazón latiendo bajo mi mejilla.
A pesar de mis recelos, a pesar de saber que ocultaba algo y por muy extraño que parezca, por primera vez en todo ese tiempo me sentí a salvo, incluso más que con mamá en la habitación.
—¿Estás manipulándome?
—¿Te gustaría?
—No —respondí al instante —las cosas hay que sentirlas.
Sentí sus labios depositar un suave beso en mi coronilla y suspiré. No quería seguir dándole vueltas al asunto pero a la vez me sentía renuente a dejar de lado la comodidad de la que disfrutaba ahora.
—Algunas cosas son mejor olvidarlas. —dijo repitiendo las palabras que había dicho en lo que a mí me parecían una horas pero que bien podían tratarse de un par de días.
—Ésta no.
—Lo sé —colocó otro pequeño beso, ahora en mi sien derecha y me apretó contra él con gentileza, —recuerdo la promesa que te hice.
Nos quedamos un momento en calma, sumidos en nuestros pensamientos, sin desear romper la precaria tregua pero sabiendo que no podía durar mucho más.
—¿Dime? —comencé
— ¿Qué es lo que sé del tema? —terminó por mí.
Asentí y aguardé.
Él inhaló profundamente, sentí el movimiento de su pecho al expandirse en busca de aire. —Nada realmente.
—Kyle…
—Es decir, yo…
—¿Qué puede ser tan malo?
Ésta vez el silencio se extendió mucho más, tanto que pensé que no conseguiría sacar nada, finalmente suspiró audiblemente —Es algo que escuché contar a la madre de mi padre.
La mención de su abuela causó un pequeño y confuso caos de sentimientos, por una parte Kyle mencionaba, por primera vez, a de alguien de su familia. Al mismo tiempo las circunstancias no eran nada halagüeñas. No era asunto de “Ángel quiero contarte de mi abuela”, de hecho, hasta su forma de referirse a ella sonaba tan dura: La madre de mi padre…
—¿Qué fue? —el aire casual que imprimí a ni voz no engaño a nadie, ni siquiera a mí.
—Tonterías.
—No tanto si te afectan —rebatí  —como sea, prefiero saberlo.
—No estoy seguro si se trata de lo mismo.
—¿Tu ab… — cambie la palabra al ver el gesto duro en su rostro —¿ la madre de tu padre hablaba de un tatuaje o de un hombre de negro?
Dios, me sentía tonta llamándolo de forma tan cursi pero ¿Qué otro nombre podía darle?
—Ambos —Kyle desvió la mirada.
Resoplo frustrado así que insistí—¿Y?
—Tonterías Ángel, —gruñó —Nina sólo dice tonterías.
—No importa —seguí inflexible —tu forma de reaccionar y la expresión de tu rostro no tienen nada de tonto.
—Déjalo estar Ángel. —Kyle dejó caer los brazos y dio un paso atrás.
No me gustó la sensación.
—No —sacudí la cabeza —no puedo.
—¿Ni aunque jurara que no vale la pena?
—Ni aun así, ¿Cómo explicarte? — lo miré mientras las palabras surgían de mis labios sin freno —además de ti nadie me creyó…mi…madre imaginó que hice alguna locura de adolescente, me drogué o bebí y después me tatué. —sonreí sarcástica.
Su agraciado rostro se endureció —Tú no eres así.
—No—corté la distancia entre nosotros y rodé su cintura, necesitaba de su fuerza en ese momento. —saber que me crees me hace sentir mejor a pesar de todo.
Kyle permaneció en silencio y yo seguí —pero hay más, sabes algo, es decir, — continué con mi alocado y ligeramente incoherente discurso —aunque lo niegues ahora, sé que está locura tiene alguna clase de sentido para ti, por más disparatado que pueda parecerme ¿No es así?
Tras una pausa Kyle asintió —Quisiera que no lo tuviera. –musitó apesadumbrado.
—¿Por qué?
Kyle titubeo, pero finalmente dijo con voz ronca Nina hablaba del ángel de la muerte y de la marca que pone en sus elegidos .
No supe que responder.




sábado, 24 de septiembre de 2011

Antes de la tormenta.

Desde mi playa aguardo,
un electrificado nudo de nervios,
A la espera de tu barco.
con el pecho convertido hormiguero,
la piel erizada de esperanzas y de sueños,
imposibles de expresar en octosílabos.
Tengo el alma agitada, la vista al frente.
Hay mucho de mí en juego:
Parte de mi alma,
Que flota a tu lado a merced de las corrientes.
Parte de mi corazón
a la costa anclado por tu amor.
con los fijos ojos en un horizonte de nubes en carrera,
rezando por que aun no comience la tormenta,
esperando a que tu nave llegué a puerto
a tomar posesión de mi costa inconquistada
a llenarme de lirios la ensenada.
a colmar mis manos con tesoros de piratas,
o a descansar sobre tu pecho
esperando a que pasé la borrasca.
Malena Cid
©Todos los derechos reservados.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Canción de Mar


Ella quería darme algo. Si hubiera dicho amor, mi corazón se habría detenido pero de todos modos, no podía creer mi suerte, sus palabras me dejaron aturdido, no podía respirar, tenía que calmarme.  Periferia morir que hacerle daño. Buenas intenciones que desaparecieron en cuanto la besé.
Supe que no habría forma de contenerme cuando su cuerpo flexible y esbelto se pegó al mío, acuné su rostro en mis manos y puse en ese beso partes iguales deseo y desesperación.
Apelando a una fortaleza que nunca tuve me separe de ella y la miré, un gran error, mi deseo creció al ver sus ojos brillantes por la excitación y labios hinchados por mis besos. Cerré los ojos para alejar esa imagen apoyando mi frente en la suya aun con mis manos rodeando su cara.
—¿Quieres hablar primero?— Dije forzándome a ir lentamente aunque realmente no se me ocurría de que hablar.
—No — ronroneó mi sirena — no hablar, te quiero a ti.
Aileen es seductora, es después de todo es una sirena aunque ella misma no lo sepa. Me sujetó por la mandíbula de la misma forma en la que yo tocaba su rostro haciéndome inclinar mi cara para ponernos al mismo nivel, impulsándose desde sus piernas que me rodeaban se elevó frotando todo su cuerpo contra mí en un erótico mojado y resbaloso rocé.
—Keli— murmuró bajito antes de besarme.
En toda mi vida no conocí deseo como el que ella me inspiraba, fue arrollador, tan intenso que no entiendo por que el mar no hirvió con el calor que generamos.
En medio del beso bajé los brazos para sujetarla por las caderas, separe nuestros labios y la elevé un momento, nuestras caras quedaron frente a frente, deseaba mirarla, contemplar sus ojos color oscuros queriendo retener esa imagen para siempre.
Estaba a punto de tenerla por completo, de llenar su cuerpo con  el mío. Tuve un momento de duda, ella era pequeña, delicada, y yo era grande, mucho más que Aileen, no sabía si mi erección entraría en ella.  Alieen jadeó al sentirme, un sonido de éxtasis y agonía, intenté penetrarla pero era tan increíblemente estrecha que a duras penas  logre hacerlo, un tanto asustado la solté para sujetar sus caderas.
—Aun puedes arrepentirte— le dije sabiendo que moriría si se hacía para atrás. Deseaba estar con ella, en ella.  Mis instintos me urgían a tomar de ella aquello que me era ofrecido libremente.
Viendo mis dudas Aileen hizo lo que yo, me soltó el rostro y bajo una mano para rodear mi erección jadeando de asombro al no lograr abarcarla por completo, su delicada mano me acaricio de arriba abajo logrando que casi estallara con su simple su toque.
—¿Quieres hacerlo?— pregunté de nuevo con los dientes trabados.
—Más que nunca— dijo moviendo la muñeca para colocar nuestros cuerpos y presionó contra mí, bajando su cuerpo de golpe para que la penetrara.
Aun siendo ella era quien me contenía fui yo quien grité al sentirla. Me di cuenta que era su primer amante, su jadeó involuntario de dolor me paralizó un momento haciéndome detenerme intentando que ella se acostumbrara a sentirme dentro.
Aileen se mordió el labio en un gesto de inconciente sensualidad y me miró expectante, en aquel momento sus caderas ondularon, su calor me rodeó envolviéndome, se sentía tan estrecha, mojada y resbaladiza que tuve que concentrarme en no eyacular inmediatamente.
Mi sirena jadeó, nuestra unión le dolía, podía verlo pero ya no había marcha atrás, ella era mía, lo sentía en la forma en la que se entregaba a ese momento en que estábamos unidos.
¡Como deseaba conservarla para siempre!. 
Nuestros labios se unieron de nuevo y volvimos a sumergirnos, al llevarla en los brazos mientras nos desplazábamos ella continúo frotándose contra mí, sus manos me sujetaron de los hombros mientras levantaba el torso aplastando sus pechos, sus pezones duros como guijarros se presionaron clavándose en mis pectorales.
En mi mente escuché esos ruiditos que Alieen hizo cuando la besé por primera vez, unos pequeños gemidos delicados y absolutamente femeninos que fueron aumentando volviéndose salvajes y desinhibidos.
Nos acariciamos y tocamos con fiereza, nadamos sin rumbo, simplemente dejando que la corriente nos guiara, girando, haciendo rizos en el agua, hundiéndonos para en seguida acender. Mis caderas empujaban y se retiraban al ritmo de los movimientos de mis piernas, ella jadeaba apoyándose en mis hombros para aparejar sus movimientos a los míos con sus maravillosas piernas rodeando mi cintura.  Su cuerpo me aprisionaba, casi me hacía daño, me envolvía reteniendo, rodeando, quemando mi erección en su ardiente y pegajosa presión.  
Mi velocidad aumentó, no podía evitarlo, me dejé llevar, empujé poseído por la urgencia se dejar mi semilla. No, no únicamente mi semilla sino mi marca en su cuerpo, queriendo hacerle saber al mundo que ella era mía.
Ella enterró las uñas en mis hombros y arqueó la espalda.  Sus gritos de placer resonaron profundamente en mí, era la señal que necesitaba, ascendí buscando el cielo, llevando mi felicidad en los brazos y enterrado en su cuerpo.
Estallé un instante antes de emerger, mi semen se vertió en su envolvente calor y grité igual que ella.  La fuerza de mi empuje nos hizo saltar del agua, rompimos la superficie y nos elevamos mientras mi orgasmo seguía y seguía durante el interminable momento en que nos elevamos suspendidos entre el cielo y el mar.

martes, 20 de septiembre de 2011

Portada de Marina



Hola chicas y chicos, hoy tengo un hermoso día, primero mi novela Marina ya fue puesta a la venta por la editorial Pelicano,
Y…mi primera incursión como editora independiente a través de la plataforma de Lulu, les dejo mi novela Fénix, su enlace: Disponible también, gracias a la maravillosa Editora Digital

Fénix

Prologo


Siempre creí que había cosas que no se podían evitar: el paso del tiempo, el envejecimiento, la muerte y por supuesto la curiosidad humana. De las tres anteriores siempre fui consciente pero nunca de mi propia naturaleza fisgona.
No hasta que fue demasiado tarde y mi curiosidad me metió de cabeza en una de las situaciones más extrañas y desconcertantes de mi vida, una en la que nunca pensé verme envuelta.
Todo ocurrió en una tarde de verano en Schneider Park en la bella ciudad de Durango en Colorado, el lugar en donde había nacido y en donde vivía desde siempre, rodeada por imponentes montañas púrpura de cumbres eternamente nevadas.
Invariablemente como ocurre durante el corto y tórrido verano hacía calor y alta humedad, tanto que yo sudaba profusamente mientras corría intentando completar los cinco kilómetros diarios que me asegurarían que jamás y esa era la palabra correcta JAMÁS  volvería a pesar los setenta y cinco kilos que pesé al termino de mi matrimonio.
Tras haber abandonado mi ruta habitual  y adentrarme en una senda un tanto apartada del parque en el que corría, no recuerdo bien que fue lo que llamó mi atención: el gruñido satisfecho, el jadeó indiscreto o fue simple suerte lo que me llevó a mirar,. 
El motivo fue lo de menos el hecho es que nunca olvidaré lo que experimenté esa tarde por primera vez:
Manos grandes, fuertes, firmes, brazos musculosos envolviendo una cintura. Un par de labios devorándose con la pasión de quien ya se conoce bien.  Un par de cuerpos pegados, frotándose uno contra el otro, jadeos de deseo y placer.
Las bragas se inundaron con mi crema al tiempo que mis pezones se convertían en endurecidas cumbres que empujaban contra el corpiño deportivo que usaba, irguiéndose anhelantes de esas caricias.  Sin conciencia de mis movimientos una de mis manos fue directa a mi dolorido coño frotando por encima de mis pantaloncillos de deporte, me toqué levemente dejándome acalorada e infinitamente insatisfecha.
Nunca fue mi intención convertirme en Voyeur pero no pude evitarlo y ¿Quién hubiera podido?