La campana que anunciaba el inicio de la siguiente clase soné sin que ninguno diera un paso en dirección de nuestros respectivos salones. En un acuerdo tácito Kyle y yo echamos a andar buscando un sitio donde pudiéramos hablar sin testigos.
—Si— dije sin pensar en respuesta a su pregunta—creo que de algún modo me necesitas.
Kyle me miró como si no comprendiera.—Ángel… — musitó casi sin aliento.
Me sentía extrañamente calmada, como si supiera que él no me haría daño a pesar de lo que acababa de ver.
Le sonreí y entrelacé los dedos porque no sabía que más hacer. No tenía el valor para tomarlo de la mano.
—¿No comprendes? —pregunto
—No sé de que hablas
Kyle levantó la ceja y yo me eché a reír
—Es decir —hice una pausa mientras pensaba en las palabras adecuadas para explicarle lo que pensaba — admito que hay algo diferente en ti.
—Diferente — Kyle pronuncio la palabra con asco.
—No significa malo.
—¡Dios! Ángel estás loca.
—No —le rebatí —no lo estoy.
—Sigues aquí como si nada después de la demostración que acabo de darte — dijo exasperado.
—¿Demostración de qué? — respondí determinada a no ceder.
Kyle se mesó los cabellos desconcertado —Mierda, eres más terca que una mula.
Me alcé de hombros como diciendo ¿Y? antes de seguir — Realmente no estoy segura de nada.
—Y no aceptas que se trata de algo malo
—No tengo la menor idea de lo que es —lo miré a los ojos —si es algo bueno o malo.
—Por Dios, Ángel ¿tienes inclinaciones suicidas o algo así?
—No lo creo porque ¿quieres matarme? —lo miré sin pestañear
Kyle se tomó la nuca desconcertado ante mi tono ligero —Diablos no.
—Entonces a que viene eso del suicidio y no me digas que es complicado porque eso ya lo sé.
El amago de una sonrisa danzó en la comisura de los bien formados labios de Kyle mientras caminábamos sin prisa hacia las pistas de atletismo.
—No voy a salir corriendo.— le dije tras recibir un par de miradas interrogantes,
—Es lo que me temo — dijo justo cuando llegamos al pasaje que recorría el interior de las gradas en donde se detuvo dudando.
—No hay nada que entender —dije tomando la iniciativa al entrar en el sinuoso y oscuro pasadizo que se formaba bajo las escalinatas. Un sitio que a menudo era usado por las parejas para tener un poco de intimidad.
—Mierda Ángel a veces me das miedo — dijo y me siguió
—Vaya — le sonreí —eso es algo que no me esperaba.
—No me digas.
La luz del sol se filtraba formando franjas de luz y sombra en el suelo, el silencio nos envolvió. Decidimos sentarnos en el suelo sin importar el polvo o la incomodidad.
—¿Y bien? — pregunté esperando.
—¿Qué quieres que te diga?
—¿Quién eres? — pregunté.
—Kyle Evans — dijo tras un leve titubeo.
—No te escuchas muy convencido.
Él negó con la cabeza y se repantigó contra el muro estirando sus largas piernas.
—Por lo menos ese es mi nombre. —Hizo una pausa antes de agregar —creo.
Nos quedamos callados, supongo que él no sabía que decir y yo no tenía idea de que preguntar, aunque sabía que no tenía nada que temer.
—Bien — extendí la mano decidida a comenzar por lo básico —es un placer conocerte Kyle Evans
Él dudó un momento antes de corresponder a mi saludo. Su palma era cálida y un poco áspera pero al tocar la mía sentí como si me recorriera electricidad sobre la piel. Me estremecí sin control, se me erizó la piel y sentí mis pezones endurecerse.
Avergonzada traté de liberarme, hacer como que tenía frio y cruzar los brazos sobre mi pecho pero Kyle no parecía tener prisa por dejarme —el placer es mío —murmuró con voz suave al tiempo que trazaba perezosos círculos sobre el dorso de la mano.
—Si…bien… — tiré de mi brazo intentando poner distancia entre los dos antes de mi cerebro se desconectara y terminara por olvidar de que estábamos hablando —¿podrías devolverme la mano?
—No —respondió y siguió acariciándome — me gusta cómo se siente tu piel.
Sentí mis rodillas convertirse en gelatina. —Lo que intentas es distraerme. — dije tras un par de esfuerzos.
—Un poco — tiró un poco intentando de hacerme ir a él —si vamos a conversar de cosas serias me gustaría que estuvieras más cerca.
—Si todo lo que deseáramos se hiciera realidad — suspiré manteniéndome en mi sitio a pesar de que todo lo que deseaba era…
Saltarle encima y besarlo hasta que me sangren los labios… oh si…nene. Murmuró la misma vocecilla insidiosa en mi cabeza.
—¿Qué desearías? —preguntó mirando mis labios.
—Que tomaras en serio esta charla para comenzar —respondí a despecho de lo que sentía.
—Sería una buena idea. — Kyle siguió acariciándome como si no se diera cuenta de lo que hacía.
—Muy buena sobre todo sensata — respondí seria aunque no me sentía muy juiciosa en ese momento
—No quiero ser sensato.
Ni yo pero alguien tenía que serlo.
Repentinamente estar a solas con él tuvo un significado diferente, uno que me puso los nervios en carne viva, recordé los rumores sobre lo que ocurría bajo las gradas — tienes que serlo. — casi le rogué pero incluso para mí misma soné poco convencida.
—¿Tengo? —preguntó
—Sí, tienes.
Kyle me soltó la mano y respiré antes de que él girara con imposible agilidad
El corazón casi se me sale del pecho mientras lo escuchaba murmurar — Si la montaña… — antes de acomodarse a mi espalda
—¿Qué tratas de hacer? — mi voz resultó chillona.
—Nada — dijo con fingida inocencia. — sólo quiero estar más cerca, tengo problemas de audición.
Sí, claro y yo era caperucita roja…o algo así a juzgar por la mirada lupina que recibía de él.
Sin un solo titubeo Kyle me rodeo con sus brazos. Creo que en ese momento me convertí en una escultura de hielo, mi espalda permaneció rígida al igual que mis brazos, me sentí incapaz de bajar la guardia teniéndolo tan cerca.
—Relájate — dijo mientras me acomodaba sobre su pecho — no voy a comerte.
—Tampoco me dejas respirar.— lo miré por encima de mi hombro —además se supone que estamos hablando de algo serio.
—No quiero hablar — su aliento tocó mis labios como una caricia velada, sentí calor en mis mejillas y en mis senos.
—¿No?
—No Ángel — Kyle me acaricio la mejilla suavemente y a pesar de mis recelos me derretí contra su pecho. —me he sentido sólo mucho tiempo.
—Lo sé — murmuré suspirando ante el delicado toque de sus dedos.
—más tarde hablaremos. — dijo cuando tocó mi cuello
—¿sí? — mi pregunta debía sonar mordaz pero es difícil sonar así con la voz convertida en un chillido.
Debía mantenerme fuerte, resistir su seducción pero no puede callar el gemido que escapó de mis labios cuando las yemas de sus dedos rozaron la piel entre el escote de mi pudorosa blusa de uniforme.
—Ángel — dijo y su tono hizo que mi vientre se llenara de mariposas —mírame.
A mi pesar lo hice, girando la cabeza y levantando el rostro para hacerlo.
—Sabes que no puedo ocultarte nada — dijo sin quitarme los ojos de encima.
Lo sabía, de algún modo y como parte de todo el misterio que era Kyle Evans yo podía ver en él de un modo que era incomprensible. Quise decirle, pero estaba tan ofuscada por el azul de su mirada que sólo pude asentir.
—Te prometo que lo haremos —ésta vez su aliento tocó la curva interna de mis labios.
—Si —musité sin aliento.
Él sonrió y tocó mi boca con su pulgar —ahora solo quiero disfrutar de ésta sensación.
—¿Cuál? — mi voz tenía el tono adecuado para una película de zombies.
—De tenerte cerca sin mentiras. — dijo.
Supe que me besaría.
Era un error, un enorme y descomunal error, lo sabía bien, pero todo lo que pude hacer fue cerrar los ojos y dejar mi suspiro se convirtiera en el preludio de un beso.
Hmmmm…si…ronroneo una parte de mi
Esto está mal, no deberías estar a solas con él…respondió la otra, supongo que el fragmento responsable y cuerdo de mi personalidad
Sigue diciéndolo a ver si te lo crees…
Nuestro segundo beso fue diferente. Ésta vez fue una caricia dulce y lenta, un suave deslizar de labios jugando a tocarse casi sin hacerlo.
Sentí sus manos abiertas sobre mi cuerpo, sus tan cerca de mis senos que casi los tocaban. El corazón me latía con fuerza, casi tanta como la que percibía en su pecho mientras nos besábamos con la avidez de un par de chicos que se quedan a solas por primera vez.
En cierto modo debí saber que esto ocurriría, quizás estaba mal, quizás era un error, pero no podía arrepentirme, no ahora y posiblemente nunca, porque cuando sus labios tocaron los míos, el bien y el mal dejaron de importarme.
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