Me enamoré del mar una tarde de junio, hace ya unos cuantos ayeres, cuando tenía catorce años, las piernas flacas, los senos florecientes y
los ojos grandes.
Me enamoré con la locura de lo imposible, con la codicia de él
que encuentra un tesoro escondido, con la esperanza que da la primera e inocente
juventud.
Me enamoré y recién estrenada como mujer, me convertí en la
amante que se descubre deseada en las caricias liquidas del oleaje.
Me enamoré del mar y sus colores: blanco azúcar de la arena,
azul celestial, verde de los días de verano, gris triste del invierno…Del índigo tachonado de resplandores, que compite con las más radiantes noches estrelladas..Del beso de
oro, reflejado en la curva sinuosa de su espalda formidable, cada mañana o
cada tarde. De la plata que ondea como el vientre virginal de una doncella, que
sueña en las noches de luna llena.
Me enamoré del mar y sus mudanzas, sus contrapuntos y
contradicciones, sus verdades a medias y sus mentiras completas que a pesar de
parecerlo no son la misma cosa.
Me enamoré del mar y de su amor aprendí, que la devoción puede
ser eterna aunque la fidelidad flaqueé, porque el cuerpo de una mujer necesita
de las manos, los ojos, los labios, la
espalda, la curva de las nalgas, la fortaleza de las corvas, la anchura de la esplada, de un hombre
nacido de mujer.
Me enamoré del mar y con él realicé mis fantasías, miles de horas
cambiando recuerdos, en donde la voz de otros se convirtió en los susurros de
mi amado, que invadiendo mi intima ensenada sobre la arena pura de una playa
desierta, convirtió la quimera abstracta e imposible de éste amor, en un
hecho.
Malena Cid.
2012©Todos los derechos reservados.
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