Lobo
Malena Cid
A mis hijos con amor.
Miro al horizonte de la
noche con los ojos grises de sueño, el alma expectante pero el corazón roto.
El aullido que desgarra
el frío aire y hace eco en la distancia, más allá de donde termina el bosque y las
montañas se levantan altas y salvajes, es la voz que siempre clamará por mí y a
la que nunca podre volver.
Siento, en el pecho, dolor
que no nace de la carne sino de mi alma lobuna, un puño me oprime la garganta y
obliga al silencio mientras el coro de los hijos de la noche canta su amor a la
luna.
Es ahora, cuando
escucho la trama sonora tejida por sus voces, que comprendo la enormidad de mi
renuncia. He perdido mi lugar en el mundo, mi posición en el esquema de todas
las cosas, mi lugar en la jauría. La muerte hubiera sido preferible al
destierro.
Cierro los ojos y las
visiones de mi antiguo universo vuelven para atormentarme: la gran luz del
cielo convertida en luna, el roce suave de los pelajes, la compañía, el cariño,
incluso las peleas, el gris infinito de un mundo sin colores y la libertad que lo
vale todo.
Fui un lobo, tan sólo
eso y era feliz aun sin saberlo, una criatura perfecta en su compleja
simplicidad.
Ahora soy más, mucho
más, sin embargo me siento roto. El espíritu del hombre vive en mi, trenzado a
mi naturaleza animal, soy dos y no uno, confusión y no orden. Mis nuevos deseos
de humano en lucha constante contra mis instintos primarios.
El conocimiento no es
siempre útil, pues por primera vez en mi vida saber no sirve de nada. Saber no
calienta mi cuerpo desnudo de pelaje, ni me ayudan a mantener el equilibrio
precario de dos tambaleantes piernas, que no me llevaran ni tan lejos, ni tan
rápido como lo hacían mis cuatro extremidades animales.
Cierto que aun veo con
la misma claridad diáfana de mis ojos de lobo, y sin embargo soy ciego sumergido
en un colorido cosmos. Mis oídos captan todavía el rumor del aire y al tiempo
me siento un sordo que llora la evocación de otros sonidos.
Percibo, con mi nuevo
entendimiento humano, que incluso el paraíso más perfecto se torna en infierno
cuando nos lo arrebatan y tan sólo quedan los recuerdos para atormentarnos.
Viví una vida dura pero
llena de alegría salvaje. Fui rico antes de saber que era la riqueza, pues al
poseer garras y colmillos no necesitaba más. En ese entonces no comprendía, ni conocía simplemente
era.
Era fuerte, rápido,
sagaz… un lobo con cuatro veranos condensados en un eterno presente.
El viento trae aromas y
en mi mente, recién iniciada en las cosas de los hombres, voces nuevas se unen
a viejas formas: abeto, lince, oso, pino, tejón, haya, búho, jabalí,
frambuesas, moras, musgo, ratón… todas esas palabras, antes desconocidas, ahora
forman un todo llamado bosque.
Lobo es ahora un nombre
y un rostro humano, extraño y familiar al mismo tiempo. Un rostro que posee
otros ángulos, diferentes planos, tonalidades y texturas pero que sin embargo
al reflejarse en el espejo del agua me permite descubrir un poco de mi antiguo
yo en el brillo dorado de mis ojos.
Y es así, que con mi
primera sonrisa humana, celebro el triunfo de mi espíritu animal porque sin
importar lo que ocurra después, seré siempre un lobo bajo ésta piel desnuda.
Fin
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