miércoles, 9 de febrero de 2011

Una de mis historias en la revista RED

Hola...
Faltando a mi promesa he vuelto a dejar solito mi pobre blog. La única excusa que se me ocurre es que en verdad tengo más trabajo que tiempo, claro, suena tan mal cuando pienso en mis ciberamigos, gente que realmente quiero que una disculpa nunca es suficiente.
En fin, y después de la disculpa quiero contarles que en la revista digital RED de la Editora Digital, publicaron una historia que escribí hace algún tiempo, dedicada a un viejo amor (No diré de quien) cuyo recuerdo se ha convertido en agridulce.
Les dejo el enlacé de la revista recomendándola pesé a algunas críticas tristes que leí por ahí y desde luego mi pequeña historia.
Carta a Gil.
Recuerdo la última vez que te vi, con tus cabellos rubios mojados, las gotas de agua de mar cayendo sobre tu pecho, el sol te besaba y yo quería hacerlo también. 
Recuerdo tu cuerpo esbelto y fuerte recién salido de la adolescencia, el color de tus ojos: verdes como esmeraldas.  Incluso recuerdo esa pequeña cicatriz bajo tu barbilla, la forma en que comías un sándwich quitándole las orillas, tu camiseta favorita, tu amor por esa estúpida moto.
Han pasado veinticuatro años desde esa tarde de sol, y nunca me había permitido recordarla. Pero siempre estuvo ahí,
Esta noche he llorado todas esas lagrimas que nunca derramé, esas que debí dejar la tarde misma en que te enterramos.  Es solo que no podía hacerlo, no en ese momento.  Todo lo que sentía era furia, te habías ido, no se suponía que fuera así,
Esa tarde deberíamos haber estado en el cine o en la playa jugado football, corriendo por la arena, o buscando otro rincón donde  acariciarnos, y besarnos.
No  ahí, nunca ahí.
No deberías haber estado tendido en aquel féretro, con la manta cubriéndote y tu rostro de hombre−niño en reposo.  De golpe me quede sin mi compañero de juegos de la infancia, sin mi mejor amigo, sin el chico más importante para mí.
Seguí adelante, conocí otro chico, me case, tuve hijos, y al mirarlos se que extrañamente nunca hubiera deseado otros hijos, ni siquiera si fueran tuyos.
Pero nunca te olvide.
Cierro los ojos y puedo verte sonreír, puedo verte corriendo sobre la arena, puedo escuchar tu risa, me digo que en realidad la distancia ha embellecido tu recuerdo, pero al sacar esa foto que nos tomaron durante esos días, puedo ver que no es así.
En verdad eras hermoso.
No se que hubiera sido de nosotros, no se si seguiríamos juntos, si aun sentirías por mi lo que decías sentir.
Nunca cruzamos Europa mochila al hombro, no fuimos al Louvre, no tocamos el coliseo.
No es bueno añorar lo que no es posible tener, y nunca tendré eso.
Pero quiero perdonarte.
Por haberte ido, por todo lo que no viviste, por todo lo que no tuvimos, por esa absurda obsesión por el motocross.
Y perdonarme.
Por odiarte, por estar enojada contigo, por rechazarte tantos años sin saberlo, sin siquiera darme cuenta, por no haber sido más atrevida, por no dejarte seguir cada vez que nos besábamos, o tal vez fuera mejor así.
Ahora me queda tu recuerdo, puedo seguir en paz contigo y conmigo.
Talvez algún día nos volvamos a encontrar. Sé que será como aquella tarde en la playa, tú y yo bajo el sol de un verano interminable, para siempre jóvenes, para siempre enamorados,
Hasta ese día, adiós Gil, adiós mi amor

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