Elana cerró los ojos y dejó que las
manos de Sand recorrieran sus pechos. Un calor, no del todo desagradable, se extendió
desde el vértice de sus piernas al tiempo que su corazón latía con rapidez.
—¿Qué haces? — la pregunta surgió desde
el fondo de su garganta como un gemido cuando él alcanzó el borde de sus
pudorosas bragas.
—Nada aun — fue la picara respuesta que
llegó un segundo antes de que las ásperas puntas de sus dedos franquearan el
paso, — pero pronto.
El aire se convirtió en calor en sus
pulmones, la piel le ardió y todo el mundo giró sobre su eje cuando se sintió invadida,
íntimamente invadida, por él.
—Oh….
—¿Sólo Oh? — aún sin ver Elana pudo
percibir la risa en los bien formados labios de Sand — debo estar perdiendo mi
toque.
Un dedo se deslizó en ella con la gozosa
complicidad de sus propios jugos, el cuerpo entero se le encabritó, desde las
corvas hasta el arco de la espalda, que se levantó para ofrecer sus pechos.
—Sand — gimió aferrándose a la recia
espalda masculina.
—¿Si preciosa?
Una pregunta que exigía una respuesta
—Detente — pidió al tiempo que abría las
piernas para él.
Al instante todo movimiento cesó para sorpresa
y desagrado de Elana ¿No se suponía que él siguiera a pesar de sus reparos?
La ruda cadencia de una respiración bañaba
sus pechos, a su pesar aventuro una mirada hacia la oscura cabeza de Sand.
No la miraba, su rostro, enterrado en el
valle de sus pechos, permaneció vedado a ella.
—Dime que quieres— dijo y la promesa de
una caricia vibró entre sus muslos, sin atreverse a nacer o a esfurarce.
—Yo…yo…— gimió desconcertada— no lo sé.
Él levantó su rostro y la miró con el
ansia pintada en azul eléctrico, — Decide princesa — un tenue movimiento dibujó
un círculo sobre su henchido clítoris. Elana se retorció violentamente y jadeo
una maldición, sus caderas se levantaron como poseídas por una fuerza que no
era la suya.
—Decide porque lo que pasé ésta noche
será porque así lo quieres.
¿Qué
esperas para follarme? Elana se sorprendió a si misma
deseando que Sand mandara a la mierda cualquier convencionalismo social e
hiciera con ella cualquiera de esas cosas sucias y perversas que un hombre hace
con una mujer.
—¿Si? — la yema acaricio el tenso brote —o
no— se retiró con la misma rapidez.
La mano de Elana se cerró sobre el oscuro
cabello de Sand sintiendo los densos mechones entre sus dedos, sin ninguna delicadeza
le dio un tirón. Necesitaba verlo, tenía que hacerlo antes de claudicar.
Las masculinamente cinceladas facciones
de Sand estaban tensas, tenía las mejillas enrojecidas y los ojos febriles,
moría por llenarla, por follarla hasta que los dos perdieran en sentido pero no
lo haría a menos que ella también quisiera.
Maldita sea, pensó, justo hoy tenía que
toparme con un caballero.
—Sí, si maldita sea— gruño la aprobación
y al ínstate se sintió completamente penetrada.
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