Me retuerzo
bajo tu peso, enredándome y desenredándome en ti y de ti, mis labios recorren
la recia columna que es tu cuello al tiempo que, aferrada a tu espalda, maldigo
a la noche que se acaba.
Condenado o no te amo, es un hecho al que
apuesto mi propia salvación. Percibo las palabras formarse en mis labios, las
saboreo, me solazo en ellas y las bebo,
sin embargo me obligo al silencio, demoro mis ansias de confesar el pecado que
es mi amor, lamiendo la sal de tu piel, la soledad de tu alma. No necesitas la carga que impondría darle forma a mis emociones, pues aunque la verdad es luz, luz misma te obliga a alejarte y la oscuridad es quien te traerá de vuelta.
—¿Es esto lo que quieres? —invencible, invades el cálido y húmedo secreto de mi intimidad.
—Si — miento en parte pues en realidad lo quiero todo. Tu vida y muerte, tu sombra y silencio, también tus tormentos…. Te quiero a ti, mi príncipe de la noche.
Malena Cid
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