martes, 31 de julio de 2012

Cuento de hadas para vampiros 7


Ilana

Siempre pensé que existía un instante perfecto. Uno que ocurre cuando las cosas encajan perfectamente unas con otras y la vida entera cobra sentido. Para mí esa ocurrió cuando escuché las palabras de amor de Damien.
—¡Si! – grité loca de alegría repitiendo la misma pequeña y simple palabra amando su sonido.  Caímos de la cama entre risas y besos locos, tan felices que ni siquiera notamos la frialdad del suelo, todo en lo que podía pensar era en tenerlo dentro.  
Mi cuerpo era una hoguera y la felicidad que él me daba añadía leña a mi fuego. Me colgué de sus hombros, pegué mis pechos al suyo y sentí a su dura masculinidad despertar ante mi contacto.
-¿Sabes cuánto te deseo? – pregunté disfrutando del tacto áspero de su mandíbula al mordisquearla.
Damien rió y me rodeo con sus brazos dejando que mis labios vagaran por su rosto, su cuello y…
—Espera— se puso repentinamente serio— ¿entiendes lo que estoy pidiendo?— Sus manos me acariciaron los hombros antes de sepárame renuentemente para poder cuestionarme con los ojos.
Le devolví la mirada, súbitamente consciente de la seriedad de su pregunta. —si—hubo una chispa de duda en su expresión, así que seguí, — me transformaras en lo que eres: un vampiro.
—¿Sabes lo que implica?
Asentí sonriendo.
—¿No te importa alimentarte de sangre?
Medité la pregunta un instante antes de responder — No, no me importa.
Vi el amor relampaguear en su mirada y una enorme sonrisa apareció en mis labios, le tomé la mano y me la llevé a los labios murmurando mi propia promesa de amor Te amo Damien, tal como eres y con gusto pagaría cualquier precio, —besé su mano — haría cualquier cosa, por estar contigo, por vivir junto a ti, por verte despertar cada noche por el resto de mi vida porque según lo veo, todo es muy simple: nací para ti.
Damien no dijo nada, creo que no podía encontrar palabras porque la emoción nos ahogaba, sino que sujetó mi rostro con las manos como si fuera la cosa más preciada del mundo.
Su besó fue la caricia más dulce que alguna vez hubiera recibido, sin embargo la fuerza de su virilidad al penetrarme no tenía nada de tierna ni delicada. Su masculinidad forzó su paso por mi ya lubricado canal. La fuerza de su empuje dolió un segundo debido a su vehemencia, pero estaba preparada para él, mojada debido a una mezcla de mis jugos y su semilla.
—Te amo— murmuró con ternura que contrastaba con sus feroces  movimientos. Me corrí explosiva e inesperadamente, no sé si la razón fueron sus palabras o que simplemente porque se movía dentro de mí. No tenía importancia y menos cuando los fuegos artificiales estallaron en mi mente al mismo tiempo que Damien rugía en medio de su propio orgasmo, con los duros tendones de su cuello sobresaliendo a causa de la tensión y la piel cubierta de sudor.
Nunca antes me sentí mejor que tumbada en el frío suelo con el cuerpo de Damien comprimiéndome, casi ahogándome con sus besos derramándose sobre mi rosto murmurando cuanto me amaba.
Ni más sola que cuando lo vi marcharse de mi lado.

sábado, 21 de julio de 2012

De jaguares e historias


Hola a todos, chicos y chicas que pasen por esté blog:
Primero que nada quiero darles las gracias por estar aquí, conmigo aunque sea de modo virtual.
Quizás nadie sepa lo mucho que aprecio saber que mis historias e intentos de poesía, no caen en el vacío y que existen almas caritativa y generosa dedica parte de su valioso tiempo a leerme.
He recibido algunos correos y me encanta saber sus opiniones, es por eso que esta mañana (para mi) y abusando de su paciencia quiero contarles que tengo un problema añejo con el nombre provisional de Jaguares.
Sip…así es, como algunos de ustedes saben, cuando emprendí la aventura de publicar en línea, lo hice con la Editora Digital ( maravillosas personas por cierto) y debuté con una novela corta que lleva el título de Cuento de hadas para Vampiros, lo que no saben es que antes de dicha historia comencé otra: jaguares.
La historia está ambientada en Costa Rica y se basa en la leyenda Maya de los héroes gemelos Hunahpu e Ixbalanque. Al principio, me resulto fácil hacerla, mis dedos se movían solos por las teclas (justo como ahora) y casi de un tirón escribí 19 capítulos.
Hasta ahí todo bien, la novela creció, la historia a ratos cruda a ratos erótica, me encantó, sin embargo por alguna razón el primer capítulo (que después se convirtió en el segundo) nunca terminó de convencerme.
No sé que tiene, no sé si tiene algo raro, si es comprensible o sólo un ataque de locura de mi parte lo que no me permite terminar con la novela y publicarla.
Y como ya me cansé de guardarla les dejo un fragmento, si alguien tuviera a bien decirme que les parece se los agradecería enormemente.

 
Capitulo 1

El viento zarandeaba las copas de los arboles creando una danza de luces y sombras al tiempo que arrastraba la mezcolanza olfativa, santo y seña, de la vida que se volcaba, ávida y salvaje, cubriendo cada, nicho, cada espacio disponible de la selva.
Uno de los últimos guardianes vivos, un enorme ser, que parecía y actuaba como un jaguar aunque en realidad era un hombre escondido bajo una piel diferente, inhaló profundamente analizando los componentes y fluctuaciones en busca de aquello por lo cual había perdido el sueño y el hambre.
Al encontrarlo, una mueca, parecida a una sonrisa hecha de muerte, curvó sus felinos labios haciendo relucir los enormes colmillos, tan blancos como afilados.
Ella estaba cerca, podía sentirlo. Un aroma absolutamente femenino y diferente, flotaba entre aquel asalto sensorial, tan notorio como una bandera roja ondeando en el azul del cielo.
¿Quién lo hubiera dicho? Aguardando por una hembra como cualquier otro macho. No, no como cualquier otro macho, se corrigió el ser, sino como un hombre enamorado de una mujer.
Exasperado consigo mismo, abatió su inquietud enterrando las grandes garras retractiles en la corteza de una vieja caoba una y otra vez hasta dejar marcas talladas a profundidad en la carne roja del árbol.
Comprendía bien el deseo, después de todo desear era la base de la existencia del depredador. Se deseaba la cacería por la emoción de seguir a la presa, se desea la comida para que el cuerpo estuviera fuerte, se deseaba el sexo para mantener el espíritu en calma, pero no comprendía esa emoción nueva y antes desconocida que lo hacía sentirse poseído, ansioso, incluso necesitado con sólo pensar en ella.
No es que desconociera la necesidad, su cuerpo de hombre muchas veces exigía de la piel suave, el aroma almizclado y la calidez que sólo una mujer podía darle.
Nunca había sido un problema conseguir una compañera dispuesta a pasársela bien por una noche, después de todo, la naturaleza había sido generosa con él y sus hermanos.
Sin embargo, cuando se trataba de ella, había un trasfondo dulce en esa exigencia de contacto, que no había estado presente en ninguna de sus relaciones anteriores.
Rodrigo no habría vacilado en llamar a esa molesta sensación amor, y lanzarle pullas al respecto pero…
No… se corrigió,  el amor era una contradicción a las leyes bajo las cuales había crecido y sobrevivido, no es que no fuera capaz de amar, en realidad lo hacía y mucho; amaba a su hermano y hermana con todas sus fuerzas, pero era la connotación romántica de aquel sentimiento lo que le parecía peligrosamente quimérico.
¿Entonces porque no podía dejar de pensar en ella? la atracción que tiraba de él era tan fuerte que incluso bajo la forma de animal su presencia le afectaba como nunca antes.
Era cierto que se trataba de una mujer hermosa, pero no más que otras con las que él había estado, menuda y bajita, apenas si pasaba del metro y medio, aunque para ser justo debía admitir que tenía una figura perfecta: senos grandes, cintura minúscula y caderas redondeadas. Su rostro, de rasgos fuertes y delicados, le confería un aspecto exótico, nariz recta, pómulos altos, labios carnosos y sensuales enmarcados por un embrollo de rizos oscuros, en perpetuo estado de rebeldía, que insistían en caer sobre sus grandes ojos negros y confundirse con sus largas pestañas.
Cualquiera diría que era idéntica a muchas otras y sin embargo había bastado una sola vista para hacerlo sentir totalmente atraído por ella.
Sin embargo no era su físico lo que había cautivado el alma doble del ser, sino algo más, cierta cualidad esquiva que tenía que ver con la personalidad cálida y apasionada más que con su aspecto.
Gracias a su trabajo como guarda parques en la reserva de la vida salvaje  del Bosque eterno de los niños en su nativa Costa Rica, Diego tenía una vida en la que sus capacidades sobrenaturales estaban en sintonía con su vocación: cuidar de la selva, ser el protector que necesitaba con urgencia.
Le había sido muy fácil hacerse del puesto, después de todo, los candidatos dispuestos a vivir en condiciones extremas, con un horario de trabajo infernal y una paga de mierda, no abundaban, mucho menos si se trataba de graduados en alguna de las ramas de la biología, como era su caso.
Es tan sólo un fragmento, pero cualquier opinión es valiosa para mi
Malena

jueves, 19 de julio de 2012

Lucía Maller Capitulo 4


—Resulta más teatral de lo que es en realidad.
Las palabras— venidas de algún punto a mis espadas, me hicieron saltar como un conejo aterrado.
—¿Qué?... ¿Quién?...yo…— balbuceé como un idiota mientras giraba en redondo buscando el origen.
—El asunto de la autopsia…— respondió un chico, o más bien un niño con aspecto de haberlas pasado jodidas: flaco como un fideo, blanco tirando a transparente y cuya ropa era un conjunto de harapos grises en los cuales sólo la posición con respecto a su cuerpo— o la representación de éste— diferenciaban.
—Es horrible — respondí sin saber si me refería a él, la situación o al desastre sangriento en que se había convertido mi cuerpo.
El chico se movió aunque no fue exactamente como si lo hiciera, más bien fue un asunto de estar y no estar. En un momento lo tenía frente a mis ojos y al siguiente ya no.
—Ni tanto — dijo a mis espaldas, obligándome a girar de nuevo, esta vez confrontando la chocante escena de mi torso abierto
Volví a experimentar, la ya conocida opresión en el pecho, que nada tenía que ver con malestares físicos, al ver la forma en la que había terminado en envase vacío que había contenido mi alma.
—No te sientas tan mal — dijo desde el otro lado de la fría mesa de acero sobre la que yacía mi cascaron, — en realidad te ves mejor que la mayoría de la gente.
—¿Se supone que eso debe consolarme?
—Sólo si antes de morir tu nivel de inteligencia era igual al de una Barbie — respondió mordaz al tiempo que tocaba la frente de lo que había sido mi cuerpo, para mi sorpresa una capa de hueso y piel se desprendió dejando al descubierto el cerebro.— y aquí hay más que raíces.
No supe que responder, me sentí horrorizada pero también entumida a la vez, así que me limité a cabecear ambiguamente.
—Aunque…— dijo ante mi silencio — podría equivocarme.
—¿Tú crees? —pregunté extendiendo la mano para tocar piel que alguna vez llamé mía y sin ser capaz de sentirla— yo…no lo dudo.
El pecho del chico se crispó emitiendo un gorjeo que se parecía a una risa —¿Por qué? la gente estira la pata por tonta, —  precisó y luego se quedó callado un momento — bueno, algunas veces sí, pero no creo que sea tu caso.
—¿Estoy muerta no? —le espeté casi deseando que me corrigiera.
—Totalmente.— dijo sin vacilar, — como un gato en una autopista a la hora pico.
Era una alegoría de lo más perturbadora, al igual que el espectáculo de mi ex corazón yaciendo sobre la balanza como en espera del juicio final.
—¿Qué posibilidades tiene una chica lista de acabar en éste lugar?
—¿Sinceramente? — el chico se rasco la cabeza en un gesto muy … vital — las mismas que una chica tonta, el único requisito es respirar previamente.
Menuda ayuda, pensé irritada,—No me digas.
—No preguntes estupideces si no quieres respuestas estúpidas.
—Vaya — lo miré casi con ira — muerta y en adorable compañía.
—No te quejes podría ser peor, — el chico alzó sus famélicos hombros —agradece que no te topaste con el comité de recepción.
El recuerdo de las fantasmales manos tratando de sujetarme me estremeció de los pies a la cabeza —Los…los…— ni siquiera era capaz de encontrar la palabra que los describiera, un frio que no tenía nada de natural pareció rodearme al pensar en ellos.
—Así que ya los has visto, ¿En serio? — el chico me miró con interés y chasqueo la lengua —¿Los fantasmas del precinto?
—Los silenciosos —rectifiqué devolviéndole la mirada —si, los he visto.
—¿Cómo lograste escapar de ellos?— preguntó sorprendido.
—No lo sé.— atiné a murmurar, — de verdad no lo sé.
El chico silbó y de nuevo tuve esa extraña sensación de irrealidad. Quien quiera que fuera parecía extrañamente enérgico…vivo diría.
—Has tenido suerte hermana — murmuró — más de las que te imaginas.
Me reí con amargura — Dudo que terminar en una mesa de autopsia pueda llamarse suerte.
—Como dije antes — el chico suspiró — hay cosas peores que la muerte.
Nos quedamos en silencio un largo rato, él parecía evaluarme y yo fingía centrarme en mis despojos mortales.
—¿Quién eras? — pregunté sin estar segura de porque hice la pregunta en pasado.
Un suspiro sonoro y a la vez quebradizo llenó la sala, más que un acto corporal, era una manifestación casi física de un dolor profundo.
—Soy — él me corrigió mirándome con unos ojos extrañamente incoloros —aun soy.
Una profunda sensación de vergüenza me cubrió, ¿Cómo se me había ocurrido formular de esa manera una pregunta que en mi nuevo estado resultaba insultante?
—Eres — dije corrigiéndome —¿Quién eres?
Una sonrisa triste se anuncio en los delgados labios del chico, una que sin embargo no llegó a completarse y murió convertida en mueca —lo mismo que tú, supongo.
Supongo… su respuesta me dolió, así que alegué con rabia—¿Y que se supone somos? ¿Fantasmas? ¿Aparecidos? ¿Almas en pena? o... —titubeé antes de formular la última pregunta, hacerlo requirió toda la fuerza de voluntad que aun me quedaba— ¿Demonios?
—No —él respondió más rápido de lo que esperaba y con una entonación absurdamente chillona que hizo vibrar el liquido de los frascos pulcramente alineados en las repisas de la pared, — no —repitió como intentando convencerse y esa duda reflejada en su voz, fue tan aterradora como el abrazo de los silenciosos. 

martes, 17 de julio de 2012

Para ti


Vivo para ver el amanecer en tus ojos,
envolverme en la curva de tus olas,
sumergirme en el oro de tu aurora,
y vagar sin rumbo por azul enormidad
de noche eterna.
Nací para ti y por ti,
soy sirena que anhela el mar de sus recuerdos imprecisos,
mascaron atado a vetusto navío
que encallado en una playa perdida,
espera paciente el regreso del tritón al que le ha entregado su alma.
Naci para ser tuya y de nadie más,
yacer contigo sobre la arena tibia de las dunas
y cantar viejas coplas de marinos 
entre tragos de luna.
Para ser reflejo de la luz sobre tus olas
acompañarte en tus secretas rutas migratorias,
y lucir sobre la curva de mis pechos,
la sal de tus marinas.

Malena cid
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